Los primeros seis meses de voluntariado de Julia

10 enero 2022 laura

Después de un año muy duro que cambió (no sólo) mi vida personal y profesional por culpa del Corona virus, la decisión de hacer un cambio radical en mi vida no fue tan difícil. El amor por la naturaleza (y la siesta) me hizo elegir el proyecto de voluntariado europeo en Huerteco, en Burgos, aunque eso significaba, entre otras cosas, dejar atrás a las amig@s, la familia y el jardín comunitario de mi ciudad.

Así que, no sin miedo y nervosidad, bajé del avión en el aeropuerto de Bilbao y allí me recibió amablemente mi organización coordinadora, Brújula Intercultural, y dos de mis nuevas compañeras de piso. ¡La aventura burgalesa podría empezar! Casí…

Sin embargo, por desgracia, la euforia de las magníficas primeras impresiones en los proyectos y los encuentros con la gente de nuestro nuevo entorno se vio empañada muy rápidamente por nuestro primer confinamiento.
Pero ahora podría empezar …! No, aún no… Porque dos semanas después yo lo había cogido y pasamos el segundo confinamiento juntas. Esta vez mis compis majas me permitieron entrar en la cueva del Corona (la habitación individual con cama doble).
Después de tanto tiempo estar en casa y mirar a la pared, por fin podría descubrir mi vida nueva un poco más. Era el momento de conocer el trabajo de la huerta, lo del centro de autismo y de la asociación Ábrego y poco a poco hacer amistad con las gallinas castellanas de Santibañez.

Desde entonces hubo muchos momentos estelares. Por nombrar sólo algunos:
el campamento de Ábrego en verano donde he experimentado por primera vez lo que es cocinar para 30 personas; todas las excursiones las he hecho siempre en buena compañía y últimamente con nuestra nueva colega de cuatro ruedas “La Lancia”; el encuentro inspirador con los delegados de las Zapatistas de Chiapas; la experiencia de que un señor de 88 años me enseña a hacer cestos de mimbre y al final tampoco hay que olvidar mencionar que tuve vacaciones suficientes para reunirme con mis amigxs en toda España.

Pero lo más importante (y ahora puede que me esté poniendo un poco sentimental) son mis tres adorables compañeras de piso, con las que pude establecer una relación de hermanas en tan poco tiempo! Sin ellas, la estancia en Burgos sería sólo la mitad de agradable. ¡Vivan las gallinas europeas!

Al final, todo lo que puedo decir es que estoy muy ilusionada con la segunda parte de mi voluntariado y que no me arrepiento en absoluto de mi decisión de venir aquí.

Julia

ASOCIACIÓN BRÚJULA INTERCULTURAL

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”