Construir un testimonio de algo inconcluso es ciertamente complicado. En la víspera de Navidad, ya en casa descansando, pienso en estos últimos meses y veo un progreso que lleva a algo todavía desconocido. Pienso en mí como una entidad cambiante que se ha tenido que adaptar a una nueva forma de vida. Ciertamente he cambiado mis hábitos y me he acostumbrado por primera vez a vivir en una cierta comunidad, en un grupo de personas que se han visto en la misma situación que yo, enmascarada por la dulce resignación de lo que escoges como voluntad propia. Yo elegí estar ahí, y ahí me encuentro, atrapado por la realidad que yo mismo me impuse y por la que siento una cierta satisfacción.
Mi aventura comenzó en septiembre, guiado por ciertos motivos personales y por la esperanza de poder realizar un cambio, aunque fuese pequeño, en alguna comunidad del mundo. Escogí Francia porque quiero aprender francés y porque quería estar cerca de casa después de mi último año en el norte de Suecia. El frío de la individualidad sueca pronto se sustituyó por la calidez de la gente que me dio la bienvenida a esta experiencia. Fue una grata sorpresa y no tardé en acordarme de las personas que acompañaron mi vida en el sur de España.
La Rouatière, el lugar al que he considerado mi hogar durante los últimos 3 meses es un enclave aislado del mundo, perfecto para trabajar en ti mismo (o para hundirte en el proceso). El cambio que he experimentado en mi propia concepción solo es comparable al de la primera vez que me mudé de casa. Pienso que supone una prueba para saber de verdad si eres capaz de disfrutar de tu propia solitud. Sin embargo, el hecho de que haya gente en tu misma situación hace que sea más fácil de sobrellevar cuando crees haber fracasado.
Por otro lado, trabajar con los estudiantes del colegio es algo que disfruto mucho. Tener en tus manos la capacidad de retener su atención para explicarles algo que sabes o que te apasiona es sin duda uno de los mejores puntos de este proyecto. En este sentido, es a veces frustrante que tus pasiones no coincidad nunca con las suyas y que te topes directamente con la dura realidad de su ignorancia. Aún con esto, creo que no me equivoqué al escoger un instituto como mi proyecto de voluntariado. Estoy feliz en mi labor y, sobre todo, veo que mi trabajo es valorado y apreciado por los docentes y estudiantes.
Como conclusión quiero decir que este proyecto no es un camino de flores. Sin duda tiene muchas cosas que mejorar, pero es complicado de determinar el cómo, pues la mayoría de los problemas derivan de su ubicación en la mitad de la nada. Aun así, creo que la satisfacción producida por el proyecto y por el hecho de estar aprendiendo una cultura e idioma nuevos justifica la cantidad de trauma que tu propia solitud puede generarte si no estás acostumbrada a ella. Mis pasos futuros se centrarán en encontrar algún tipo de actividad cercana en la que pasar mi tiempo libre y que me permitan evadirme un poco de mi rutinaria realidad.
Felipe