En junio de 2023, Francesca decidió dejar Italia para irse a Burgos y realizar un voluntariado Europeo en el Cuerpo Europeo de la Solidaridad, en la escuela de Magea con un método de educación alternativo y activo.
«El año pasado empecé a preguntarme: «¿por qué no embarcarme en una experiencia de voluntariado europeo?» El deseo de explorar un nuevo país y otra cultura era muy fuerte. Así que en junio de 2023 decidí participar en uno de los proyectos del Cuerpo Europeo de Solidaridad en España. En agosto llegué a Burgos, una bonita ciudad en Castilla y León. Los primeros meses fueron intensos, llenos de emociones casi contradictorias. Aunque al principio me sentía un poco desorientada, con cierta nostalgia por mi familia y mi país de origen, Italia, al mismo tiempo estaba emocionada por la aventura que me esperaba: sentía felicidad y gratitud por la oportunidad que se me había presentado.
En cuanto llegué a Burgos, me lancé a descubrir la ciudad, atraída por su belleza arquitectónica e histórica. Me sentí acogida y cómoda de inmediato, en un ambiente agradable y animado, rodeada de personas maravillosas, entre voluntarios de mi programa y jóvenes locales que conocí durante eventos de la ciudad. Sigo disfrutando de la dimensión social de Burgos, en las agradables noches acompañadas de tapas, o en conciertos y eventos musicales, creando poco a poco una red de relaciones con personas de diversas culturas y visiones, que me está llevando a establecer conexiones y lazos importantes. Entre mis lugares favoritos de Burgos está el «Patillas», un local centenario de la ciudad, donde he pasado noches inolvidables hasta ahora. Un lugar realmente mágico, donde personas de todas las generaciones se reúnen espontáneamente para tocar y cantar juntas.
La experiencia laboral que estoy teniendo como voluntaria dentro del proyecto europeo está resultando ser algo realmente único y enriquecedor. Estoy por primera vez en un contexto educativo alternativo y activo, Escuela Magea Activa, donde la metodología es el resultado de una combinación de varios métodos, entre los cuales el método Montessori.
Aquí empezó un viaje de introspección profunda dentro de mí misma, un proceso lleno de emociones. En los primeros meses de adaptación y observación dentro de la escuela, hubo momentos de dificultad y desánimo, también debido a algunas de mis inseguridades y miedos. Pero estos también fueron oportunidades para crecer, reflexionar y ponerme a prueba a mí misma. Adquiriendo cada vez más confianza con el entorno, los niños y las profesoras, y ganando más seguridad en el idioma español, no solo superé algunos bloqueos emocionales y miedos que tenía, sino que también logré ser más consciente de mis fortalezas, aceptando también mis limitaciones y debilidades.
Desde enero comencé a proponer talleres y actividades educativas a los niños, que me permitieron involucrarme aún más. Las profesoras y educadoras del centro han tenido un papel fundamental en este viaje de crecimiento, quienes me acogieron el primer día con los brazos abiertos, haciéndome sentir siempre emocionalmente apoyada, en una actitud constante de escucha, empatía y apertura. Es en el compromiso y en la ayuda hacia las profesoras y los niños de la escuela, incluidas las familias, donde comencé a comprender el verdadero significado de dar sin esperarse nada a cambio.
La profunda gratitud y las palabras de aprecio expresadas por las profesoras me conmovieron y motivaron. Me hicieron entender que la verdadera recompensa es la satisfacción de ayudar a los demás y el sentirme parte integral de una comunidad escolar, una familia, donde se ha creado un vínculo especial y una conexión hecha de confianza y solidaridad.
Hoy entonces, después de seis meses de proyecto, me estoy dando cuenta de cómo el voluntariado europeo me está ayudando a crecer en muchos aspectos, a nivel personal, social y profesional. Ser parte de todo esto es algo que nunca habría imaginado: una aventura que escribe una nueva y significativa página de mi vida.
Francesca