Hace casi un año que Francesca (o Fra, como la conocemos con cariño) terminó su voluntariado europeo en Ábrego, dentro del proyecto del Cuerpo Europeo de Solidaridad coordinado por Brújula Intercultural.
Durante su estancia en Burgos, Fra llenó de creatividad, energía y sensibilidad cada proyecto en el que participó.
Tiempo después, quiso mirar atrás y plasmar todo lo vivido en una creación muy suya: una fanzine hecha a mano, ilustrada con recuerdos, anécdotas, emociones y metáforas. Así nació “fRanzine Vol. I”, una obra íntima y divertida que recoge su experiencia entre huertas, bicicletas plegables, inviernos fríos y amistades cálidas.
Aquí compartimos sus palabras —tan personales como inspiradoras—, que nos recuerdan que un voluntariado no termina al marcharse: sigue creciendo, transformándose y echando raíces allá donde uno decida florecer.
Ha pasado mucho tiempo, casi un año, desde el fin de mi voluntariado en Burgos (el congelador de España) y mi proyecto personal ha sido la creación de una fanzine que recogiera en 8 hojas mi año burgalés.
Me impresiona recordarlo, pensar en su creación precisamente un par de noches antes de irme, cuando todo estaba cambiando y transformándose. Recuerdo las pruebas que hize en cartulinas de color, y como no me terminaban de convincer hasta que pensé en dibujar con un rotulador blanco sobre hojas negras: parece mucho más elegante, pensé. Recuerdo mis nuevas compañeras de piso, Sofía, Romane e Ilaria, que en la cocina me escuchaban divagar sobre cómo y qué quería dibujar para condensar en unas pocas páginas aquel año de vida. Recuerdo los días antes de sentarme a hacerlo, recuerdo las ideas (y las manías de grandeza) que me rondaban por la cabeza y recuerdo la juguetona satisfacción en el haber demostrado a Laura que se equivocaba cuando pensaba que no la iba a hacer, la fRanzine. Me da un poco de vergüenza escribirlo, pero también recuerdo la clara sensación de orgullo al mostrarle a Bea el resultado final. Recuerdo haberme sentido importante por haber hecho algo para mí, una reflexión personal sin una utilidad especial para nadie.
¡Pues, aquí está entonces!
- fRanzine vol. I. El título surgió por casualidad, bromeando con la Paki, mi compañera de piso en la casa de Fuentecillas, con quien compartí parte del viaje y con quien conecté de una manera bonita e inesperada. Me gustaba la idea de crear una zine, tiene algo de punk y de autoproducido que me encanta. Al principio tenía grandes proyectos artísticos, que por suerte se han reducido muchísimo, dejando dar vida a este pequeño libreto.
- L’inverno. Llegué con la oscuridad y la lluvia. Siempre es una sensación a la que prestar atención, la que se tiene en cuanto se llega a un lugar desconocido. Es la primera y única vez que se puede observar una calle, un árbol, un detalle sin saber dónde se está. Todo es nuevo. Nuevo, único e irrepetible, como el momento en que se realiza haberse trasladado a un lugar del que no se sabe casi nada, siguiendo el instinto pero sin saber realmente a qué se va a enfrentar. Para mí fue como un pequeño vértigo que de la cabeza desciende hasta el estómago.
- Parole, parole, palabras. Los primeros días fueron más difíciles de lo que imaginaba. La cama y la habitación se convirtieron en una especie de caverna donde me sentía como una mujer de Atapuerca que por primera vez compartía el cuarto doble con una desconocida con el mismo nombre. Recuerdo los primeros paseos, las primeras tortillas y los cafés en El Granero juntos con la impaciencia por aprender el idioma. En la oficina no entendía nada: hablaban rápido y me corregían cada tres palabras (una correcta y dos equivocadas). Aun así, todos y todas eran extrañamente acogedores y amables.4. Ceci n’est pas un vélo. Poco a poco las cosas se acomodaron, empecé a salir un poco más, a coger confianza con la gente y la ciudad. Recuerdo el día en que Laura y Bea me entregaron una bicicleta plegable de ruedecitas pequeñas: me sentía dueña de todo y finalmente contenta. Recuerdo la sensación de libertad, para nada empañada por el descubrimiento posterior de que no se podía circular en bici por el casco viejo de la ciudad. En ese momento (y nunca a decir la verdad) no me importaba: me sentía como una pirata en busca de un tesoro.
- Orientarse. Brújula y Ábrego me ofrecieron medios, inspiración, ayuda, apoyo y dirección durante este año, y les estoy profundamente agradecida. Puede que yo haya sido un granito de arena en sus vidas, pero ahora, con la distancia de un año, estoy segura de que para mí ellas han sido como una tormenta que trajo semillas de lugares exóticos y lejanos: semillas que han brotado y crecido, convirtiéndose en nuevas plantitas que hoy forman parte de mi jardín interior (soy una gran fan de las metáforas cursis, lo admito).
- Tiempo de regalos. Proyectos, proyectos, proyectos. Proyectos, cursos, intercambios, conferencias, charlas, formaciones, visitas, puertas abiertas, campos de trabajo, festivales, eventos, personas, dramas, amistades, casi amores, más dramas, risas, cabras y quesos, paseos y viajes. Quisiera ser capaz de nombrarlo todo. Un año lleno, rico y diversificado.
- Miradas Nuevas. Se acerca el final del voluntariado. El aire empieza a enfriarse, las hojas caen de nuevo, el invierno regresa. Veo la ciudad de manera diferente, reconozco redes y proyectos que antes eran invisibles a mis ojos. Me siento agradecida y privilegiada por haber dibujado todo esto.
- L’Autora. Este año no me he re-centrado, sigo indecisa y aterrorizada sobre qué hacer en la vida. Pero ahora tengo muchas más ideas y las experiencias vividas “ciegan” el miedo, transformándolo en iniciativa, en ganas de hacer, en lanzarme y probar a recorrer un camino que tal vez me llevará a donde me sentí en casa sin saberlo.






