“Destruir las fronteras que nos separan”. Intercambio juvenil en Turquía

28 junio 2019 laura

El proyecto en Amasya es sin duda una experiencia a repetir. Llegamos a la ciudad de madrugada y cansados del viaje pero no por eso dejamos de admirarla. Amasya es una ciudad pequeña construida la orilla de un rio y rodeada de montañas. Nuestro hotel estaba al pie de una de estas montañas en una pequeña plaza con un ambiente muy familiar.

A la mañana siguiente tuvimos la oportunidad de conocer a los compañeros de diferentes nacionales: Albanos, Turcos, Bulgaros, Griegos, Italianos y Afganos trabajamos 1 semana unidos con una misma meta: derribar las barreras y los estereotipos que nos separan. Para lograrlo trabajamos durante toda la semana dividos en 4 grupos: periodismo, documental, música y teatro. Cada grupo utilizó diferentes herramientas para concienciar en la exposición final a un público entregado de madres y padres de niños turcos que colaboraron activamente con los talleres los resultados obtenidos. En esta muestra en la última noche todos los participantes tuvimos la oportunidad de mostrar tanto nuestros compañeros como a los locales los resultados finales del proyecto: videos, teatro, discursos y canciones consiguieron sin duda hacernos reflexionar sobre las barreras que separan nuestras culturas.

La noche intercultural fue una de las noches más emocionantes del proyecto. Cada grupo nacional cocinó y llevó comida de sus países para enseñar una parte de su cultura al resto de nacionalidades. También preparamos presentaciones a través de juegos y bailes de los distintos países y aprendimos los unos de los otros.

Para mí el momento que más me hizo reflexionar del proyecto fue una entrevista que hicimos en el equipo de video a una familia de refugiados de Afganistan. De los ocho miembros de la familia, solo seis habían conseguido llegar a una zona segura donde poder llevar una vida tranquila y sin violencia. El padre con sus cinco hijos de entre 5 y 15 años esperaba en unas condiciones muy precarias en Amasya a su esposa y a su primogénito de 18 años que no habían conseguido cruzar la frontera iraní. Los adolescentes de 13 y 15 años ayudaban a su padre los fines de semana a pagar las facturas trabajando en el mercado de la ciudad toda la mañana por un sueldo que no subía de 3€ en Turquía.

Tristemente estas experiencias son muy  intensas pero breves, volvimos a casa 10 días más tarde con muchos nuevos amigos en el bolsillo y un montón de anécdotas que contar a nuestras familias. Sin duda, gracias a este proyecto y a las personas e historias que hemos conocido estoy más a favor que nunca de “destruir las fronteras que nos separan”.

Ana Fernandez

Cuando te decides a participar en una actividad como esta, un Intercambio Juvenil, siempre te abordan las dudas e incertidumbre de saber con qué te encontrarás, con que personas compartirás esos días, como será el lugar, te sentirás integrado…  Ver como poco a poco se van resolviendo esas dudas, cómo cambia tu perspectiva día a día, como creces en tan poco tiempo es parte de la “magia” de todo esto.

No era ni mi primer Intercambio (y dudo que sea el último) ni mi primera vez en Turquía (y dudo que sea la última), sin embargo, he de reconocer, que mis expectativas no eran muy altas antes de llegar a Amasya. Acababa de terminar mi vida estudiantil y con este intercambio no buscaba nada más allá de un periodo de desconexión de la rutina, lo que no sabía es que viviría una experiencia inolvidable de poco más de una semana.

Nada más llegar a la ciudad o, más bien, al hotel donde se realizaría el intercambio, ya se apreciaba la motivación general, por parte de la organización y de las/os participantes, de comenzar. No tardé mucho tiempo en conectar con algunas de las grandes personas que me acompañaban en aquella aventura, con otras fueron necesarios algunos días y con otras nunca llegué a tener una relación especialmente cercana, lo que está claro es que todas esas personas dejaron una huella en mí, aprendiendo cosas sobre todas ellas. Personas de Turquía, Bulgaria, Grecia, Italia y España, con edades, etnia, ideología… diferentes que vivimos una historia conjunta durante ese corto tiempo que ahora solo parece un sueño.

Las actividades fueron muy interesantes, tal vez algo monótonas en ocasiones, pero algunas de ellas van a estar presentes, para mí, durante toda mi vida. La temática del intercambio promovía una interacción con un mundo que era bastante desconocido para mí, las personas refugiadas (compañeras y compañeros durante el proyecto), me han hecho madurar mi perspectiva sobre esta problemática y replantearme algunos de mis paradigmas mentales.

Vivimos en una sociedad donde el rechazo o el odio a lo diferente, a lo desconocido, es generalizado; si algo me llevo de esta experiencia es saber que aquello que nos une es mucho más fuerte que aquello que nos separa. En un idioma que no domino y en nueve días, creo haber aprendido más sobre mí y sobre aquellas personas y realidades que me rodean que en mucho tiempo.

Antonio García

ASOCIACIÓN BRÚJULA INTERCULTURAL

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”