"Solo podía tomar este avión e ir a descubrir lo que el destino me habían reservado".
La experiencia de Elisabetta

8 septiembre 2020 laura

Terminada la universidad o la escuela para cada uno llega el momento dramático de elegir el propio futuro, te sale ansiedad y dudas y mil preguntas empiezan a inundarte la cabeza: ¿Qué quiero hacer? ¿Quién soy yo? ¿Qué me gusta? ¿Quiero continuar haciendo lo que he estudiado? ¿Soy feliz? Y muchas otras que te bloquean como si tendrías que subir el monte Everest.

Como de manual, cuando terminé la universidad me encontré exactamente en esta situación y no tenía idea de lo que quería hacer en mi vida. En este momento llegó, como un ángel caído del cielo, el voluntariado, salvándome de esta situación y dándome la posibilidad de crecer personalmente y profesionalmente.

He estudiado ingeniería Agrícola y cuando encontré este proyecto en Burgos sobre el desarrollo rural y medioambiental pensé que era perfecto para mí, así que hice inmediatamente la aplicación y de repente tenía reservado un vuelo para el final del mismo mes.

Todo pasó tan rápido que no me paré a pensar a lo que podía pasar, por esto, cuando llegué no tenía expectativas para el año que me esperaba, adelante tenía solo un gran punto de interrogación: solo podía tomar este avión e ir a descubrir lo que el destino (y la Europa) me habían reservado. En este momento no sabía que este avión me iba a cambiar la vida.

Así empezó mi voluntariado. Y, cuando llegué, rápidamente como elegí de irme de Italia fui arrollada, como en una tormenta, de emociones. No siempre fue fácil, fuertes como las emociones positivas también hay las negativas. Pero todo hace parte del paquete completo y, sobre todo estas últimas, me han ayudado a poner mi persona en dudas y a crecer. Después de seis meses puedo decir que, personalmente, he hecho muchísimos pasos adelante. También si mi camino de cambio está lejos de acabarse, ahora no tengo más miedo de enfrentarme con mis emociones.

Una grande prueba personal fue la cuarentena. Encontrarse a vivir 24/24 horas por dos meses con personas que no conoces para nada y que vienen de países diferente del tuyo seguramente nos ha asustado un poco. Inicialmente cada uno se ha aislado un poco, pero día tras día, nos hemos acercado hasta convertirnos en una familia.

Hubo debates y peleas con consecuentes silencios y tensiones, pero hubo también risas, kilogramos de más, juegos de mesa, borracheras y tantísimas video llamadas. Y ahora, en la nueva normalidad, puedo decir que también esta fue una experiencia formativa, me ha ayudado a adaptarme reforzando mi paciencia y a encontrar compromiso con las otras personas, bajando el orgullo de vez en cuando.

Solo quedan seis meses para que termine el voluntariado, seguro que van a estar geniales como los primeros. No veo la hora de disfrutar cada minuto.

Elisabetta Maguolo

 

ASOCIACIÓN BRÚJULA INTERCULTURAL

“Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”