Mi nombre es Farileandro Londoño, tengo 26 años y vengo de Colombia aunque vivo en España desde hace mucho tiempo. Diría que desde mi primera experiencia universitaria Erasmus en Turquía he estado, más o menos regularmente, intentando descubrir cuantos lugares y rincones he podido. Esto en un afán de salir de mi zona de confort, conocerme mejor a mí mismo así como a otras personas, aprender y descubrir cuan bonito y amplio es el mundo en el que vivimos.
En cuanto vi la oportunidad de realizar el proyecto de Norcia me pareció una genial oportunidad de hacer esto mismo, esta vez en Italia y con un propósito social en el que todavía no había indagado. Ahora que se ha acabado y volviendo a casa preguntan “¿cómo ha sido?”, me he dado cuenta que en verdad la respuesta se vuelve complicada en tanto se hace difícil expresar todo lo vivido y aprendido. En una sociedad donde lo monetario ha solido prevalecer por encima de cualquier otro tipo de experiencia que pueda reportar otro tipo de beneficios, estructurar experiencias como la de Norcia de un modo que tu círculo más cercano lo vea como algo que valga la pena resulta en este sentido complicado por una razón u otra. Si me pongo a pensar en las amistades que he creado, los lugares que he conocido y los conocimientos que he adquirido a nivel no formal, quizás no sabría como condensar todo esto de una forma lo bastante apreciable para otra persona que no lo ha vivido conmigo. Esto porque realmente es algo que va más allá de cualquier valor que alguien más le pueda dar a lo que yo mismo he experimentado. Esto a su vez me hace sentir tremendamente afortunado pues hace de mi bagaje e historia de vida cada vez más ricas.
De igual forma, cada experiencia de este tipo es indudablemente interesante en términos culturales y de crecimiento personal. En este caso podría decir que gracias al proyecto he reforzado la seguridad en mí mismo, relacionándome con personas desconocidas en un nuevo idioma, lo que también me ha servido para probarme y de-construirme. Fue además muy útil para trabajar valores como la empatía y la solidaridad en la medida en que se considera de forma constante los sentimientos y percepciones tanto de aquellos a tu alrededor como de la población local con la que convives y que además está en proceso de superar las consecuencias de un evento tan catastrófico como lo es un terremoto. Eventualmente te das cuenta que todo el mundo tiene alguna habilidad o experiencia que compartir, y éstas pueden darse o recibirse de formas o en lugares inesperados. Según la vida me ha ido enseñando creo que podemos aprender tanto unos de otros tan solo escuchando (además de conocer más profundamente a otras personas y formar lazos más auténticos).
En definitiva, han sido dos intensos y estupendos meses que me han servido para traerme a casa mucho más de lo que siquiera hubiese podido llegar a imaginar, sintiéndome grato por la oportunidad dada y dándome aliento para seguir prosiguiendo por este camino.
¡Gracias!
Farileandro Londoño