En octubre de 2023, Laurent llegó a Burgos dejando atrás su vida en Bruselas buscando un cambio en su vida y nuevas experiencias realizando un voluntariado europeo en Huerteco, donde se fomenta el desarrollo de espacios de huerto con agricultura ecológica, además de talleres de horticultura terapéutica.
«Hace seis meses que llegué a Burgos para vivir la experiencia tan enriquecedora (y única…) que ofrece el voluntariado europeo. Si bien el alma pasa por varios estados en tan poco tiempo y se enfrenta a días difíciles, mi sentimiento tras medio año es el mismo que en el día de mi llegada: me siento muy afortunado de haber encontrado esta oportunidad, tanto por el voluntariado en sí, que por mi vida y mis encuentros en Burgos. La decisión de emprender este voluntariado tenía varios motivos, pero lo principal, más allá de mi afición por los idiomas, los viajes y las distintas culturas, era la de restablecer la esperanza. Estos últimos años de mi vida estuvieron llenos de cambios difíciles que dieron lugar a tantas dudas que mi esperanza en el futuro se vio afectada. La vida en una ciudad grande (Bruselas) me parecía fomentar este bajón existencial, a lo mejor por la presencia tan invasiva del consumismo, su ritmo frenético, el ambiente individualista que lo acompaña…
Sintiendo la necesidad de involucrarme en un proyecto que pudiera ser capaz de mostrarme una cara más positiva del mundo y reanimar la esperanza en mi alma, el Cuerpo Europeo de Solidaridad me pareció el camino ideal. Vi una oportunidad de sentirme más en fase con los imperativos éticos del mundo actual y de conocer a gente encarnando valores y respuestas en su acción. Vi rápidamente que la asociación que me aceptó, Huerteco, cumplía muy bien con mi idea de gente haciendo un trabajo valioso para sembrar en el presente las semillas de un futuro más deseable. Es que las “semillas“, precisamente, tienen un papel central en esta asociación que fomenta el desarrollo de espacios de huerto para ciudadanos según métodos de agricultura ecológica, y que educa a muchísimos niños en este ámbito con talleres en escuelas – sin olvidar su compromiso para mantener y enseñar la raza de la gallina castellana negra, y sus talleres de horticultura terapéutica con personas con discapacidad. El trabajo de Huerteco, si bien se centra en la huerta, tiene entonces varias facetas, cada una de sus trabajadoras (-“as”, ¡entorno muy femenino!) llevando a cabo un proyecto de la asociación.
Me acuerdo de mi primer día de voluntariado con mucha gracia, ya que era quizás el día más intenso y desafiante de mi experiencia hasta ahora. Tras una visita a la finca “principal” con los huertos comunitarios donde solemos trabajar, visita que me dejó bastante aturdido, me toco ir con una compañera (¡que empezó como empleada ese mismo día!) a otra finca de Huerteco, en el pueblo de Santibáñez, para acoger a… ¡70 adolescentes de una escuela con quienes había que hacer actividades relacionadas con la huerta y el gallinero! Si bien no fue en ningún caso planeado para ponerme a prueba sino pura casualidad, esta anécdota muestra que ¡en el voluntariado, se trata a veces de afrontar retos! Pero se trata también de aprender de manera generalmente mucho más tranquila y cercana, algo que me gusta particularmente. En la finca de “Fuente Bermeja”, tenemos con estos huertos comunitarios un sitio de aprendizaje informal perfecto. Trabajando a un ritmo cercano al de la naturaleza, me encanta poder escuchar las explicaciones de Jessica, la compañera que gestiona esta finca, hechar unas risas con ella, con Charles (otro voluntario) y los demás. También los momentos con los usuarios, sea cuando vienen a trabajar en sus parcelas o cuando se organizan talleres para ellos, son muy bonitos – aunque no siempre fáciles a nivel de comunicación.
Otro proyecto importante de la asociación, el de los huertos escolares, me parece muy valioso. Me siento cada vez más lleno de admiración por Azucena, que lleva a cabo estos talleres de manera tan dinámica, divertida y creativa. No era siempre fácil saber cómo contribuir en estos talleres los primeros meses pero poco a poco mi español mejoró bastante para poder presentar cosillas ante una clase. ¡Cuando lo hice por primera vez fue un momento muy enriquecedor y gratificante! No solo los huertos escolares me dan la oportunidad de conocer muchos colegios de Burgos, también el proyecto “Pio Pio” sobre la gallina castellana negra lleva mucha alegría a los niños cuando aprenden en las charlas sobre este animal tan curioso, y aún más cuando ven nacer los pollitos. Se ponen incluso incubadoras en estas escuelas para hacer más visible la maravilla de la vida que nace. Acompañar y asistir a Paola en este proyecto es un placer, por su energía, su apoyo, sus ideas, su humor… Hay que mencionar también las experiencias increíbles que podemos vivir con Maria en las actividades de horticultura terapéutica.
Cada semana vamos al centro de autismo de Burgos, que dispone de un invernadero y de un jardín precioso. Bajo las órdenes experimentadas de Maria, trabajamos con el grupo de personas autistas de una manera que nos permite realmente crear un vínculo con ellos, a veces casi sin palabras – lo que puede ser aún más bonito. Ver nuestro trabajo mejorar poco a poco el lugar, hacerlo llenarse de colores y olores es algo muy potente; eso llena también el alma. Me encanta también la horticultura terapéutica con las personas con daños cerebrales; este grupo es muy majo, y lo que organiza Maria es tan variopinto… En el invierno duro, cuando es preferible hacer cosas de interior, pude incluso descubrir lugares inolvidables de Burgos, hacer talleres de cocina o muchas manualidades…
Hablando de Burgos, ¡no podría contar mi experiencia de voluntario sin decir cosas de esta ciudad tan especial! Mis dos primeras semanas, en octubre, me dieron la auténtica impresión de estar en España: un sol potente, un cielo azul, mucha gente en las calles (eran las fiestas de “Burgos Cidiano”). Luego cambió el tiempo, llegó un periodo de frío, lluvia y viento muy tenaz, que me dió a entender que antes de estar en España, estaba en Burgos. “Aquí, no hace frío, hace fresco”, suelen decir los burgaleses; muchas veces puedo entender la ironía de esta frase, ¡y el invierno puede dar sorpresas gordas! Pero Burgos tiene que ser una ciudad muy encantadora ya que a pesar de este clima, disfruto mucho la vida aquí. El centro histórico es una maravilla, muchos sitios ofrecen vistas increíbles, rincones de naturaleza preciosos, y si se busca más movida, pues Burgos tiene sus lugares para salir de fiesta también. Ya sé que muchos encuentros que hice aquí, sea con otros voluntarios o con personas locales, quedarán en mi corazón.
Laurent